Bale, el potro de Vallecas
Huérfano de Cristiano y con la mirada de reojo en el Manchester City, comparecía el Real Madrid en Vallecas, que es un estadio de esos donde hay que dejarse el glamour en el autocar y ponerse la ropa de faena. Refrescaba el equipo Zidane, que tampoco tenía a su fiel escudero Casemiro por sanción ni a Carvajal por lesión. Además, Modric y Ramos descansaban de inicio pensando en el martes.
El once del Madrid, con todo, era fiable y con garantías como un coche alemán. Keylor defenfía el arco escoltado por una zaga formada por cuatro internacionales, que se recitaban como un chiste antiguo: dos brasileños, un francés y un portugués. De carrerilla: Danilo, Pepe, Varane y Marcelo. Por delante Kroos volvía a esa demarcación de pivote donde cumple pero no brilla. A su lado Isco, que se ha quedado para estos partidos, y Kovacic, que es como Teruel: también existe.
Arriba, El Bichito Jesé se ponía el traje del Bicho Cristiano para acompañar al golfista Bale y al enrachado Benzema. Enfrente estaba un Rayo que trata siempre de hacer de la necesidad virtud. Con la muerte del descenso en los talones, los de Paco Jémez estaban dispuestos a caer con las botas puestas y conservando esa fidelidad a una idea a mitad de camino entre la poesía y el drama. Porque el Rayo es como una actuación de Faemino y Cansado: divertido y surrealista. Pero mola. Sí, el Rayo de Paco mola.
Dos minutos tardó Bale en presentar su tarjeta en Vallecas. Fue con un zurdazo raso y seco, sin impulso ni carrerilla, que se estrelló contra el poste siniestro de Juan Carlos. Arreciaba la lluvia como si estuviéramos en Ipurúa o en el viejo Atocha. Y con ella creció el Rayo y se encogió el Madrid, que se llevó un disgusto a las primeras de cambio después de una maniobra de Bebé, que rompió primero a Danilo y después a Pepe, se presentó en el área y puso el pase de la muerte templadito. Varane se fue al arrastre de Miku y Marcelo a ningún sitio. Por allí apareció Embarba, para marcar sin que nadie le encimara en la frontal del área pequeña.
Un Rayo fulgurante
Pudo igualar el duelo Benzema después de una gran asistencia de Kovacic, pero su remate a la remanguillé se fue a las negras pobladas. Y entonces el Rayo percutió otra vez. Fue a la salida de un córner. Varane estuvo blandito como el abdomen de Falete y su despeje se quedó muerto para que Miku, a quien Danilo perseguía con la mirada, marcara el 2-0 a placer. Vallecas era una fiesta como el día de la San Silvestre.
La Liga se le escapaba al Real Madrid, que en sus pecados llevaba la penitencia. Zidane estaba como Marta Sánchez en aquella canción: desesperado. Al circo blanco en Vallecas los enanos le medían dos metros. Bebé humillaba a Danilo como si jugara contra un niño de ocho años y Trashorras, a sus 35, enseñaba a Kovacic cómo se juega al fútbol. Tuvo Embarba el tercero en el minuto 21, pero le falló la frenada y se estrelló contra Keylor Navas.
Un omnipresente Bebé se cascó un zapatazo a los 26 minutos que obligó al meta costarricense a volar para evitar el tercero. El Madrid era la viva imagen de la impotencia y del descontrol. Pudo acortar distancias Kovacic, que había empezado a crecer en el partido, después de su mejor jugada, pero cuando se plantó dentro del área hizo una cosa rara que no era ni un tiro ni un centro.
Pero también en un córner el Real Madrid volvió a meterse en el duelo. Lo sacó Kroos, con su particular estilo de billar, y lo remató Bale, que se elevó un metro del suelo como si llevara muelles en las suelas y giró el cuello como la niña de El Exorcista para devolver a los blancos sus opciones de aferrarse a la Liga. El galés se ponía el traje de CR7 e intentaba levantar el ánimo de los suyos.
Al filo del descanso a Zidane le crecían los problemas, como a Pedro Sánchez en el PSOE. Benzema se echaba la mano a la parte posterior de su rodilla derecha y pedía el cambio. Entraba el obediente Lucas Vázquez, así que James pinta lo mismo en este Madrid que Errejón en Podemos.
Contrarreloj en Vallecas
Lo intentaba el Real Madrid de salida en el segundo tiempo, pero en su juego empezó con más imprecisiones que en la declaración de Urdangarín. A los de Zidane les comían los minutos como a un concursante de Master Chef, pero mantuvieron la calma y encontraron el fútbol. Entonces Danilo decidió parecerse al del Oporto y puso un centro algo llovido pero tocadito al segundo palo, por donde merodeaba el pequeño Lucas Vázquez, que impactó un cabezazo certero y bombeado que hizo inútil el vuelo de Juan Carlos. El Madrid empataba. Había partido. Y Liga.
Y en el 53 pudo adelantarse el Madrid con una falta en la frontal por la que Cristiano habría pagado dinero. La botó Isco por encima de la barrera, pero su lanzamiento lamió el travesaño por la parte de fuera. Apretaban los blancos, mejor dicho, azules marino en Vallecas. Se mascaba el tercero para el equipo de Zidane, lanzado a tumba abierta a por la victoria y con un Rayo que había desaparecido inexplicablemente del césped.
Jesé se plantó delante de Juan Carlos para adelantar al Madrid, pero tiró al muñeco. Zidane se desesperaba porque su equipo se merecía el tercero. Y luego la tuvo Lucas Vázquez, después de un centro de Bale desde la derecha, pero no llegó por un pelín ya en boca de gol. Zizou movía el banquillo y daba entrada a Modric para gobernar el duelo. Quedaba media hora para marcar un gol que ejerciera de crampón para engancharse a la Liga.
Aguantó el Rayo el tirón visitante, con más suerte que Carlos Fabra en la lotería, y se plantó en el minuto 70 con un punto que valía oro. Al Madrid le habían entrado de golpe las prisas y sus ataques se morían de precipitación. Sólo Bale parecía encontrar caminos en la derecha, pero sus asistencias morían sin un Cristiano que las empujara a la red.
Un pura sangre en Vallecas
Lucas tomó el relevo al galés, esta vez por la banda zurda, pero a su pase de la muerte dentro del área le volvió a faltar un matador. Era el minuto 75. Como una bomba de relojería el Real Madrid activaba la cuenta atrás por la Liga: 15:00, 14:59, 14:58… Una falta a tres metros del semicírculo del área era ideal para Bale, pero su disparo se estrelló en la barrera. James suplía a Kovavic y Zidane ponía sobre el césped todo su arsenal.
En el 80, cuando a la bomba liguera apenas le quedaban diez minutos para explotar, apareció Bale para penalizar una asistencia involuntaria de Quini, que se convirtió en un Laudrup improvisado contra su propio equipo. El galés se vio solo ante Amaya, aceleró con su zancada de pura sangre, le rompió y se plantó ante Juan Carlos para batirle por bajo.
Impresionante Bale, echándose al equipo a la espalda cuando más le necesitaban. Imparable Bale, desatado a campo abierto con esa potencia de un velocista. Sí, decisivo Bale, que apareció para demostrar que cuando un equipo tiene grandes jugadores nunca se le debe dar por muerto. Bale fue el auténtico potro de Vallecas.
No se rindió el Rayo ni en los minutos de prolongación e incluso pudo empatar con un remate de Miku dentro del área. Pero el Madrid no quería dejarse en las postrimerías del duelo los tres puntos que tanto esfuerzo le había costado conseguir. Manejó el descuento con calma y experiencia y salvaguardó una victoria que, quién sabe, lo mismo vale una Liga.